LAS MALAS NOTICIAS

Unos de los recuerdos más impactantes que guarda una persona en la memoria es el momento en que le comunicaron una mala noticia. Es el efecto de primacía. Aunque la situación se haya producido horas o días antes, para la persona comienza en el mismo instante en que es informada.

En mi experiencia profesional he podido observar personas que quedan enganchadas en ese momento, explicando una y otra vez como habían sido informadas: “parecía que le molestaba que llorara”, “miraba el reloj como si tuviera prisa”, “me hablaba tan rápido que no entendí muy bien que me estaba diciendo “.

Por el contrario, cuando las cosas se han hecho bien, se recuerda la ternura con que fue tratado, como le cogieron la mano o la mirada que explicaba sin palabras que no estaba sola. En definitiva, se recuerda que se sintió cuidado y que esto supuso un importante impulso en la superación personal.

Al otro lado, el profesional encargado de transmitir la información tampoco está pasando un buen momento. No tiene ninguna duda técnica. Su ansiedad proviene de anticipar la reacción del otro y saber que será un momento difícil.

Saber dar malas noticias es más importante de lo que pensamos.

La persona

Cuando se recibe una noticia traumática se siente una emoción intensa. Cuanto más intensa es la emoción menos capacidad tiene el cerebro de mantener el control, de entender las palabras que se están oyendo, pensar qué es lo que hay que hacer o, incluso, de orientarse en espacio y tiempo.

Si la información se transmite cuidadosamente facilitamos que la persona preste atención a la información que se le está dando, que pueda aclarar, al menos, parte de sus dudas y que esté orientado y consciente respecto al alcance de la situación.

Conseguir esto es muy importante ya que ocasionalmente en una situación crítica tenemos que tomar decisiones, a menudo en cuestión de minutos u horas, que tendrán consecuencias irreversibles y de las que nos sentiremos responsables el resto de nuestra vida.

A largo plazo también podemos encontrar efectos positivos. Al reducir la intensidad emocional la persona es más capaz de avanzar en el duelo, si fuera el caso, o de adaptarse a los cambios que la crisis ha implicado en su vida. De esta manera también disminuye el riesgo de desarrollar trastornos adaptativos o de ansiedad.

El profesional

Si el profesional no tiene claro qué hacer en estas situaciones es fácil que se empape de la emoción de la persona o se muestre frío y distante para evitar ser contagiado por ella.

En cambio, un buen acompañamiento mejora el vínculo, reduce conflictos e incrementa la autoconfianza del profesional.

A la larga, un profesional que gestiona bien los momentos críticos se siente más seguro y competente, sufre menos estrés y reduce el riesgo de burn-out.

Hay pocas cosas que nos hagan sentir peor que no saber qué hacer ni qué decir cuando alguien sufre. Saber dar malas noticias es la primera asignatura de los Primeros Auxilios Psicológicos, que son un conjunto de herramientas dirigidas a personal de emergencias, que nos ayudan a gestionar las situaciones de emocionalidad intensa. Y es la primera asignatura por su importancia.

Si soy un profesional, ¿cómo puedo formarme? Lo mejor son formaciones en el propio entorno profesional y de manera grupal, de tal forma que se puedan tratar situaciones comunes a todos los participantes y que haya suficientes personas para que la actividad sea práctica. Las formaciones no requieren muchas horas pero es recomendable espaciarse en diferentes jornadas para dar posibilidad de probar en el entorno laboral las técnicas y revisar con el formador las dificultades que se han tenido.