NO NECESITAMOS HÉROES

Durante los momentos más duros de la pandemia determinados profesionales, especialmente los sanitarios, fueron calificados como héroes y heroínas, por tener que enfrentarse no solo al riesgo del contagio sino a trabajar en condiciones muy estresantes.

Pese a que la intención era el elogio y la admiración este tipo de valoraciones se convierten en una pesada carga para la persona ya que el concepto heroicidad lleva aparejadas unas expectativas como el servicio a los otros, poner a los demás por delante de uno mismo, afrontar obstáculos y adversidades con coraje y valentía y, sobre todo, no quejarse nunca de la tarea asignada porque “la salvación del mundo” depende de ello.

Habrá profesionales que inconscientemente se identifiquen con el título e intenten no defraudar a nadie. ¿Cómo no aceptar esa muestra de afecto? Pero no son heroínas ni héroes. Se cansan, se desbordan emocionalmente, sufren cuando sus condiciones laborales empeoran y, en ocasiones, pueden culpabilizar de su malestar a un cliente o paciente cuando se ven sobrepasados por el estrés laboral. Porque son humanos y actúan como tales.

Y entonces, cuando aparezca el comportamiento “humano”, que lo hará relativamente pronto porque el cuerpo no está pensado para afrontar un estado de emergencia mucho tiempo, se convertirán en villanos a ojos de quienes aplaudieron debido a dos falacias de pensamiento. Por un lado el efecto de “mala madre” y por otro el pensamiento dicotómico.

El efecto “mala madre” es juzgar de forma excesivamente negativa el comportamiento de alguien a quien se idealiza como, por ejemplo, una madre. Se asume de una madre un amor incondicional que le lleva a un altruismo desmedido y cuando no actúa de esa forma recibe críticas más duras que el padre o cualquier otro miembro de la familia ante un mismo comportamiento.

Por otro lado el pensamiento dicotómico implica considerar que si una persona no responde a un prototipo es porque se identifica con el contrario. Si no fuiste valiente eres un cobarde, si no te muestras generoso eres un tacaño, si no eres un héroe eres un villano.

Detrás de los aplausos había un mensaje implícito, “solo si te comportas así recibirás mi apoyo”. Y cuando las circunstancias cambiaron y la percepción de riesgo se redujo el respaldo a estos colectivos desapareció como si realizar su tarea habitual no fuera digno de aprecio.

Ningún profesional durante esos momentos tan duros fue ni héroe ni heroína. Fueron trabajadores asumiendo una excesiva carga laboral en condiciones inadecuadas. Y hablar de ellos y ellas como héroes y heroínas nos desvió de este hecho que es el que realmente importa. Porque en lugar desear héroes deberíamos haber pedido que se incrementara la plantilla, que tuvieran buenos equipos, que se respetaran sus turnos de descanso, que tuvieran asistencia social (¿cómo cubrieron sus necesidades familiares?) y psicológica. Un héroe hoy es un trabajador con una elevada probabilidad de baja laboral en unas semanas.

Por ello, cuando alguien realiza una acción laboral titánica, sin quitarle méritos por ello, debería hacernos pensar si no existe otra manera de conseguir el mismo resultado sin poner en peligro el bienestar físico o mental de nadie o, en el caso de profesiones que necesariamente comportan riesgo, reducirlo al mínimo posible.

Según los avisos de técnicos en epidemiología vendrá una segunda oleada. No sabemos si de mayor gravedad o menos virulenta. Pero lo que sí sabemos es que no necesitamos heroicidades, sino trabajadores y trabajadoras que puedan hacer su tarea con los medios necesarios y en condiciones óptimas.