CUANDO EL PROBLEMA NO ERES TÚ

Según la Organización Mundial de la Salud la salud es el bienestar físico, psicológico y social. Por eso hablamos de la perspectiva bio-psico-social cuando realizamos valoraciones en psicología ya que no tener en cuenta alguno de esos aspectos nos da una versión distorsionada de la realidad.

No tenemos dificultad a la hora de identificar lo psicológico cuando nos referimos a estados mentales. Lo biológico nos cuesta algo más. Hablamos de la asociación cuerpo-mente como si fuera un proceso de meditación espiritual sin darle la importancia que merece al temperamento en el comportamiento de un menor o la influencia del cansancio o de una enfermedad física en el estado de ánimo.

Pero cuando llegamos al ámbito social nos cuesta mucho admitir su influencia y lo consideramos el hermano pequeño de la ecuación sin ser conscientes de lo determinante que puede ser en ocasiones el contexto.

A veces llegan a consulta personas que se encuentran en una situación de elevado estrés. Relatan angustia, momentos de desesperación en los que rompen a llorar sin ningún motivo aparente, dolores de cabeza constantes, sensación de vacío, de irrealidad, de estar atrapados en un lugar en el que no quieren estar pero donde no ven ninguna posible escapatoria. Profundizas y encuentras buenos apoyos sociales, personalidades equilibradas, expresan objetivos vitales realistas y muestran un razonamiento más que aceptable. Presentan una conducta proactiva y han tomado decisiones inteligentes. ¿Dónde está el problema, entonces?

Exacto. En lo social. Y son cosas como las siguientes.

Una difícil conciliación laboral y familiar. Los hijos y las hijas no se crían solos y si la pareja no asume en plenitud su rol parental es imposible responder a las responsabilidades profesionales y familiares siendo objeto de quejas constantes en un ámbito y en otro pese a no disfrutar de un momento de descanso.

Una excesiva carga laboral. Peticiones explícitas o implícitas de alargar la jornada, roles mal delimitados, atender a muchas circunstancias imprevistas, trabajos que te obligan a estar disponible de manera habitual “por si te llaman”, tareas de riesgo, etc.

Un dependiente en la familia. La atención a un dependiente conlleva que el cuidador o cuidadora principal abandone sus propios objetivos para ser el vehículo de las necesidades de otro. A la pérdida de libertad se añade una sobrecarga física y emocional diaria.

Amenazas económicas. El miedo a los números rojos, a perder un poder adquisitivo básico, a no tener dinero para pagar la hipoteca es un miedo real cuyas consecuencias son visibles en nuestra sociedad más habitualmente de lo que nos gustaría, incluso en personas que jamás habrían pensado que les podría tocar a ellos.

Todas las circunstancias que se acaban de mencionar son estructurales. No podemos cambiarlas desde el despacho de psicología puesto que su mejora pasa por un cambio en el sistema. Sin embargo podemos (y debemos) hacer una cosa que es muy importante: retirar de los hombros de la persona el peso de una responsabilidad que no le toca. Cuando somos conscientes de que la situación es injusta o desequilibrada cambiamos el foco de nosotros (y con ello cuidamos la autoestima y la seguridad en nosotros mismos) y lo ponemos sobre el sistema, la empresa o quien quiera que sea que tiene la posibilidad de cambiar las reglas del juego.

Solo a partir de ese momento el sujeto podrá tomar decisiones adecuadas porque es entonces cuando tendrá claro que el problema no es él o ella.

Y habrá situaciones que solo podrá aceptar porque no cuenta con posibilidad de cambio pero podrá decir “llego hasta aquí” y parará de trabajar sin sensación de culpa.

En otras ocasiones valorará la posibilidad de realizar una queja, una denuncia o abandonar un trabajo o una pareja.

Cuando es el sistema el que oprime, todas las alternativas acostumbran a ser duras y complicadas, pero, incluso aunque no haya una solución viable te sentirás más fuerte si al estrés y la ansiedad de la situación no añades un sentimiento de culpa o fracaso. Porque después de mucho tiempo de pasarlo mal ahora sí, sabes, que el problema no eres tú.