EL DESARROLLO DE LA AUTOESTIMA

La autoestima es un concepto complejo. Podríamos definirla como “cuánto nos gusta lo que pensamos de nosotras mismas”. Y he dicho pensamos y no “lo que somos” porque la idea de una misma viene matizada (o lijada, vapuleada, oprimida) por los valores de la sociedad en la que vivimos y sobre los cuáles hemos sido valoradas a través de otros ojos previamente.

La autoestima nos acompaña desde que tenemos un incipiente “yo”, en torno a los dos años de vida, y se mantiene en construcción desde entonces. Ahora bien, la infancia y adolescencia es el período más importante de su desarrollo.

En la primera infancia nuestro Yo comienza a conformarse a reflejo de los comentarios y valoraciones del entorno. Si un niño es constantemente cuestionado por su comportamiento (en muchas ocasiones comportamientos normales y esperables en su edad y, por tanto, poco corregibles por parte del crío) comenzará a gestar una idea de sí mismo de torpe, con una intensa sensación de culpabilidad y una cierta indefensión ya que no se ha sentido nunca con capacidad para reconducir su conducta pese a las reprimendas o los castigos.

Sin embargo, la niña que ha sido aplaudida por sus éxitos y corregida y orientada con tranquilidad en sus errores comenzará la andadura social con mayor seguridad en sí misma y una autoestima más fuerte.

Cada vez que reforzamos o criticamos un comportamiento de un menor con quien tenemos un vínculo cercano influimos en su autoestima. Cuando reconocemos que ha conseguido un propósito puede traducirse por “soy capaz”, “soy fuerte”, “soy inteligente”, “puedo alcanzar mis metas”. Por el contrario, cuando criticamos sin compasión un error el esquema que comienza a grabarse a fuego en el centro de la psique tendrá más bien la pinta de “soy un inútil”, “no se puede confiar en mí”, “todo lo hago mal”, “no sirvo para nada”.

A medida que vamos creciendo y nos relacionamos con más personas (profesoras, amigos) obtenemos otras perspectivas, no necesariamente más realistas, más bien, más diversas. Aún así, el peso de las opiniones de las personas significativas sigue siendo mucho más importante. Imaginemos una chavala exitosa en los estudios, trabajadora, que además de obtener buenas notas, toca muy bien el violín y acostumbra a ganar los concursos de literatura de su colegio. Pese a ello, cuando llega con un reconocimiento a casa después de la felicitación siempre escucha el mismo comentario “la lástima es que te sobre tanto peso”. Con esa simple frase estamos cincelando en granito en la mente de esa chica que su valor como persona depende de sus kilos.

He dicho varias veces que con cada valoración social (en especial familiar) conformamos la autoestima y podría parecer que la autoestima es un trozo de mármol que vamos esculpiendo dándole alguna forma determinada. Nada más lejos de la realidad. El concepto autoestima es un conjunto de ideas no conscientes sostenidas de manera emocional y que, en ocasiones, incluso pueden ser contrarias a algunas de nuestras opiniones racionales. Por ejemplo, seguro que la joven sobre la que acabamos de hablar, que toca el violín y ha conseguido enormes éxitos académicos jamás defendería en voz alta que una mujer deba ser delgada para tenerla en consideración. Sin embargo, sin poder evitarlo, sentirá que es inferior a otros simplemente por el hecho de no tener una talla 38, porque a lo largo de su vida aparecerá una vocecilla dentro de su cabeza que le irá recordando “estás gorda, no vales nada”.

Aunque no es fácil recuperar una autoestima dañada las mismas pautas que debemos seguir para fomentar una autoestima sana en otros podemos aplicarlas a nosotras mismas.

-Reconoce tus éxitos y sé consciente de tus cualidades, estrategias y esfuerzo que has necesitado para conseguirlo.

-Si tu objetivo no ha salido todo lo bien que querías analiza porqué ha sido así y considera “los errores” como fuente de información para aprender

- No seas destructiva en la crítica. Un “eso no ha estado bien” es suficiente. No hace falta ensañarse

- Delante de un error no critiques la persona, céntrate solo en la conducta

- Busca un marco de referencia que guíe las decisiones. Te dará seguridad. En el caso de los adultos hablamos de ser conscientes de nuestros valores y en el de los menores dejar claro qué se espera de ellos en los diferentes contextos a los que se enfrenten.

- Sé crítica con tu voz interior. Si te sorprendes juzgándote con un “no tenías que haber hablado”, ponlo en duda. ¿Por qué no tenías que haber hablado? ¿Quién decide quién puede hablar?

No es fácil revertir una autoestima dañada. Necesitamos de muchas, pero muchas, experiencias emocionalmente contrarias para reconvertir un esquema negativo, para conseguir que esa chavala se sienta bien independientemente de su talla.

Para que nos minen la autoestima, sin embargo, no hace falta tanto trabajo. Las emociones negativas tienen mayor impacto que las positivas en nosotros y un entorno de trabajo opresivo o una pareja áspera puede hacernos tambalear nuestros cimientos.

Y, por último, si nuestra vocecilla interior es especialmente machacona y feroz puede que las pautas comentadas no sean suficientes y estemos en el momento oportuno para acudir a terapia psicológica.