CAMBIO DE HÁBITOS: UN RETO DIFÍCIL

Septiembre y enero son los meses de los nuevos propósitos. Hay de todo tipo. Comer más verduras, hacer más deporte, dejar de fumar, aprobar todas las asignaturas… Si nos fijamos bien todos implican un cambio de hábitos. Un año más tarde muchas de estas personas no han logrado lo que deseaban. Habían empezado bien pero, no saben muy bien porqué, no han conseguido mantener el cambio inicial.

Y es que el cambio de hábitos es un camino difícil y pesado.

Podemos dividir este camino en dos partes: el inicio del cambio y el mantenimiento del cambio.

Inicio del cambio

Primero de todo, el cambio debemos vivirlo como un trayecto de aprendizaje donde iremos descubriendo aquellos aspectos de nosotros mismos que permitirán consolidar el nuevo propósito. Es una carrera de resistencia donde el único fracaso es la renuncia. Cada vez que un intento no es fructuoso tenemos información nueva para hacerlo mejor en la siguiente oportunidad.

Para empezar un cambio la motivación es importante. Lo que queremos conseguir tiene un sentido en nuestra vida, bien porque nos aporta una satisfacción directa (aprender a tocar un instrumento) o indirecta (cambiar la dieta para bajar peso y mejorar la salud). Esta motivación nos da la energía necesaria para hacer el primer paso.

En realidad el cambio no empieza en ese momento. Lo ha hecho meses, quizás años antes, cuando el deseo de cambio se fue instalando en nuestra cabeza. Desde entonces hemos valorado pros y contras, recursos, obstáculos y ganancias. Todos estos pensamientos han sido necesarios para que un día hiciéramos el primer paso.

Antes de este primer día tenemos que hacer algunos preparativos. Si queremos cambios en la alimentación hemos tenido que comprar productos diferentes, probablemente más verduras, si queremos empezar a hacer ejercicio, además de comprar una mínima equipación, también hemos tenido que decidir cuándo es el mejor momento o qué tipo de ejercicio es más conveniente. Pero también deberíamos haber pensado en cómo superar los obstáculos. Cómo responderé, por ejemplo, si me ofrecen un cigarrillo (en el caso de estar dejando de fumar).

Mantenimiento del cambio

El camino se ha iniciado y todo va más o menos bien durante unos días o semanas. Incluso dos o tres meses. Y es entonces cuando aparece la temible pareja. El ángel y el demonio. Uno nos dice que continuemos esforzándonos y el otro que por un día no pasa nada. Nos sentimos cansados. Nos fallan las ganas. La motivación inicial se está desvaneciendo.

Este momento es crítico, donde muchos intentos quedan abandonados. La fuerza de voluntad no nos podrá ayudar mucho aquí. Lo que nos estamos planteando es si queremos continuar, si realmente es tan importante como para mantener este esfuerzo. Buscamos desesperados la excusa para comernos el cruasán de crema o irnos al cine en lugar de quedarnos a estudiar la tarde en casa. Las dudas nos invaden.

Sólo si logramos identificarnos con la idea del cambio superaremos estas dudas y mantendremos a largo plazo nuestros propósitos. Hemos dicho al principio que todo cambio tenía un sentido en nuestra vida. De otra manera no nos hubiéramos movido del sitio. Este sentido vital lo tenemos que hacer nuestro, debemos convertirlo en un valor personal. El valor personal es una idea general que orienta y determina nuestras acciones de manera natural. Si para mí la salud es un valor importante intentaré cuidarme y cuando no sea así sentiré una incongruencia que me dirigirá a las conductas adecuadas.

Esta nueva etapa, la del mantenimiento del cambio, se basa en el compromiso con una idea. Yo como verduras, no ya tanto porque quiero adelgazar (conducta), sino porque me identifico con el cuidado de la salud (valor personal). Es decir, cuando aparece el demonio a invitarme a fumar un cigarrillo, porque total, por una no pasa nada, el mensaje del ángel no será “no fumes” sino “¿fumar? ¡Tú ya no eres un fumador!”

La clave es el paso del “estar” (hago ejercicio) al “ser” (el deporte forma parte de mi vida). En el momento en el que esta identificación sea completa y ya no nos aparezca el diablillo con proposiciones indecentes podremos decir que hemos logrado el cambio y, lo que es mejor, que ya no dependeremos de la fuerza de voluntad para mantenerlo. ¡Hemos logrado nuestro objetivo!