QUE ES UNA TERAPIA

Cada vez hay mayor aceptación social de la psicoterapia y va calando la idea de que ante un problema psicológico es preferible esta opción que los fármacos. Sin embargo, el desconocimiento de qué es lo que nos podemos encontrar en ese entorno dificulta que la persona decida dar ese primer, y siempre complicado, paso.

La primera reticencia viene de la creencia de que una psicoterapia es cara y eterna. La evidencia científica nos dice que no es así. Muchos trastornos son resueltos en un máximo de trece sesiones y no pocos en menos, especialmente los que se ha consultado por ellos poco después de su inicio.

Lo cierto es que tardamos mucho en solicitar atención psicológica. Los datos nos dicen entre dos y siete años. De hecho, no es infrecuente que ante la pregunta “¿desde cuándo estás así?” la persona conteste que cree que desde siempre. Y durante ese tiempo el problema se ha ido complicando y enredando con otras circunstancias y trastornos tanto psicológicos como físicos y sociales.

Tardamos, entre otras cosas, porque antes hemos intentado de todo. Hacer deporte (es sanísimo pero, contrariamente a lo que muchas personas aseguran, correr no te va a quitar una depresión ni va a impedir que la tengas), mejorar la alimentación (lo mismo que se puede decir del deporte), pedir consejo en el herbolario (mejor no digo nada) y suma y sigue.

La alternativa predilecta antes que acudir a la psicóloga suele ser ir a hacer un café con una amiga. Esa con quien te entiendes tan bien y que después de haber charlado con ella te sientes como nueva. Y sí, es una actividad muy recomendable para la salud mental. Pero las habilidades comunicativas de una persona no son equiparables al conocimiento científico de una psicóloga. No es lo mismo.

Pensamos que ir al psicólogo es ir a hablar, y sí, se habla. Pero se hacen más cosas. Justo esas que marcan la diferencia entre mantener un problema y resolverlo.

La primera es el diagnóstico. Diagnóstico en psicología es algo diferente a lo que estamos acostumbrados en el ámbito médico. En realidad, es muy diferente. En psicología se evalúa tu historia de aprendizaje (emocional). Cómo aprendiste a comportarte como lo haces y qué pasa a tu alrededor (y también dentro de tu cabeza) para que respondas a lo que te ocurre de una manera que te hace daño. Así que no pongas cara rara si por un problema que comenzó hace dos meses, a tus 34 añazos, la psicóloga se interesa por cuestiones de tu desarrollo infantil que tú tienes guardadas en el baúl de los recuerdos. El primer objetivo de esa psicóloga es conocerte lo máximo posible.

Ese diagnóstico nos indicará qué hechos, circunstancias y comportamientos te llevan a esas crisis de ansiedad que no te dejan vivir, ese miedo a salir a la calle o esa tristeza que cubre tu cuerpo como una armadura de plomo y no de permite dar un paso sin que acabes rendido.

Este momento es el más importante de la terapia. De pronto, para el paciente, todo empieza a cobrar sentido. Esas reacciones, tan inesperadas y tan inoportunas, tienen una razón de ser. Y lo que es más importante, ahora que conocemos el papel que desempeñan en la vida de la persona podemos decidir los cambios que necesita hacer para comenzar a sentirse mejor.

Que en el fondo es de lo que trata la terapia. Cambiar comportamientos que nos salen sin pensar, y que generan malas consecuencias, por otros nuevos, que inicialmente requieren de mucho esfuerzo porque no están dentro de nuestras dinámicas habituales. Esa es la otra parte de la terapia. Ayudar a instaurar esas nuevas conductas. Para esto último podemos discutir (diálogo socrático), cambiar el contexto (tener recogida siempre la habitación a ver si eso nos invita a estudiar), resolver ambigüedades (me gusta pero me hace daño) o destruir límites irreales (tengo que ir a ver a mi madre cada semana).

Como podéis ver en la terapia se trabaja. No es una relajada charla en la que esperamos que llegue una luz inspiradora que nos ilumine un nuevo camino. Más bien es un espacio en el que nos arremangamos y creamos metro a metro el camino de lo que queremos que sea nuestra nueva ruta.

¿Hay que ir todas las semanas? El tiempo es, en muchas ocasiones, un lujo y es normal que la frecuencia de la terapia sea una preocupación. No hay una respuesta que valga para todos. Al principio es conveniente poder ir semanalmente hasta tener el diagnóstico porque así podremos ponernos antes manos a la obra. Esto puede suponer entre tres y cinco semanas. Después dependerá de la gravedad del paciente. Si la persona está muy inestable la sesión semanal será un punto de reestructuración de la descompensación de la semana y es recomendable esta frecuencia, pero si la persona, aún sintiéndose mal, puede hacer vida las sesiones pueden espaciarse. Y siempre tener en cuenta que la opción online ha mostrado la misma eficacia que la terapia presencial para la mayor parte de problemáticas.

Si te estás planteando acudir a una terapia psicológica pero no acabas de decidirte por todas las dudas que se te agolpan en la cabeza te sugiero que elijas un profesional y que ante de nada las comentes con ella o él sin compromiso y elige con quien te sientas más cómoda. Pero no lo dejes estar más tiempo. Cuanto antes comiences, antes lo resolverás.